Según la RAE:
fanático, ca.
1. adj. Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. U. t. c. s.
Ante esta definición, hay que aclarar algo: en la ceremonia de toma de posesión de los presidentes estadounidenses el protocolo es el mismo: una misa por la mañana, después un juramento ante la biblia y la clausura del evento con un "Dios bendiga a América". Incluso, la simbología nacionalista de USA está tapizada de símbolos religiosos. El billete de un dollar es rico en esto. El 1 representa ontológicamente la unidad del ser, es decir, la unanimidad de la existencia y su sola incursión en un devenir histórico y directo hacia un solo rumbo, o sea, la idea del "progreso", inmiscuida primariamente en la religión juedeo-cristiana y después adoptada por el capitalismo, sistema económico y político de los Estados Unidos y sus aliados. Dejando a un lado las teorías de la conspiración, la simbología de billete es tan interesante como espantosa: una pirámide truncada; en vez de ser coronada por una punta, lo es con el ojo de Ra u ojo de dios que todo lo ve. Arriba una leyenda en latín "Annuit Coeptis" que en español se define como "justificó lo que inició". Al pie de la pirámide, funcionando de soporte, un bloque con un año marcado en lengua romana: 1776, año de la independencia de los EUA y año en que Adam Smith, padre del mercado libre publica su obra cumbre "Investigación sobre la naturaleza y riqueza de las naciones". Y abajo del año, una inscripción "Novus Ordo Seclorum" o Nuevo Orden de los Siglos.
El fanático no solo se conoce por su inamovible creencia en una idea, también lo es de un dogma. El dogma es contrario a lo científicamente comprobable, o mas bien, a lo empíricamente experimentable, es decir, un dogma tiene la característica de no ser falsable. Una idea falsable se caracteriza por no apelar el titulo de verdad y dejar la puerta abierta a posibles refutaciones, como por ejemplo, la teoría del big bang. A estas ideas cabria bien llamarles teorías. Algunos capitalistas, los moderados, consideran a este sistema económico como falsable, caso omiso entre las autoridades estadounidenses. De hecho, tanto el capitalismo como su contraparte, el comunismo, son ricos en argumentos lógicamente consistentes, mas no experimentables. El primero arguye al hombre como dominador por naturaleza y a las sociedades como jerárquicas, también, por naturaleza, mientras que el segundo argumenta al sistema como originador de esa naturaleza.
La política estadounidense es una política gandallista. Recurriendo a las estadísticas, las naciones mas desarrolladas son las que presentan mas cantidad de deuda externa. Para contrarrestar esta deuda, el capitalismo radical de estos países imparten una gran capacidad de desarrollo tecnológico, y por ende, el abaratamiento de los costos de producción, provocando una sobreproducción de bienes. Ante estos materiales fabricados en exceso se hace evidente la inminente crisis económica en caso de no ser vendidos ¿A quién se le puede vender hamburguesas, armas y coca cola si las sociedades que las consumen ya están atascadas de ellas? Es aquí cuando la guerra se hace necesaria. Las sociedades imperialistas comparten las mismas características, tanto en los tiempos actuales como en la antigüedad. Algunas de estas peculiaridades es el fanatismo, la idea dogmática de verse como los instrumentos de los dioses para llevar el progreso y la libertad a la humanidad entera y la visión de ser propietarios de la verdad. Los romanos, egipcios y aztecas así se vieron en sus épocas de mayor esplendor. Es con la idea de democracia, derechos humanos y libertad con los que las potencias mundiales invaden naciones no influenciadas por el consumo de pizzas. Al invadir estas naciones y cooptar sus instituciones públicas la evangelización comienza: los grupos feministas se cuelan en la sociedad, la nueva educación sobrelleva la idea del derecho a la propiedad privada y el derecho a lucrar con lo propio y el librecambismo, la inmoralidad del velo en la mujer, la libertad sexual y la necesidad del uso del condón. La antigua cultura del pueblo invadido se hace a un lado y los nuevos integrantes, los jóvenes, comienzan a ver con poco aprecio la cosmogonía de sus padres y abuelos, es entonces cuando comienzan a drogarse con mcdonalds, playboy y coca cola. Aquí, el uso de la ONU se hace imprescindible. La Organización de las Naciones Unidas, siendo una institución forjada bajo la moral de las potencias triunfadoras en la segunda guerra mundial, sirve de instrumento a estas para hacer permisible el terrorismo occidental. No es necesario que la OTAN chantajee a los directivos de la ONU, pues moralmente ya están de su lado. Dicha organización mundial no representa una verdadera fuerza en pos de los derechos de todos los humanos y de las naciones. Claros ejemplos son las invasiones legales a Afganistan, Irak y Libia, su omisión de los actuales sucesos que están ocurriendo en Siria y Arabia y la invasión de los cascos azules a Costa de Marfil hace mas o menos un mes, o bien, la oposición de las Naciones Unidas a la cosecha de coca en Bolivia, país con un gobierno antiestadounidense en que el consumo de hoja de coca es una tradición milenaria, o el aval al movimiento militar emprendido por Calderón hace casi cuatro años y financiado por EUA con el Plan Mérida desde el gobierno de Bush, presidente que en la historia del mundo a gastado mas en intervenciones militares, y legislatura en la que empezó la crisis financiera, provocada por esa sobreproducción y necesidad de ventas no liquidadas, característica de las potencias económicas. Tampoco podemos dejar a un lado el deterioro ambiental a causa del avance tecnológico, o bien, la sobrepoblación de la tierra, derivada de una abundancia de alimentos y confort social en las naciones opresoras. Con todo esto y la resistencia de las autoridades mundiales a moderar las síntesis y procesos económicos a pesar de todas las pruebas científicas, no les queda un mejor adjetivo que el de fanáticos.
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